Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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100350
Legislatura: 1893
Sesión: 2 de Julio de 1894
Cámara: Senado
Discurso / Réplica: Réplica
Número y páginas del Diario de Sesiones: 161, 2518 (bis)-2521 (bis)
Tema: Tratados de comercio y relaciones comerciales con Alemania y otras Naciones

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Pido la palabra.

El Sr. PRESIDENTE: La tiene S. S.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Conste, ante todo, Sres. Senadores, que del origen de la cuestión no ha quedado nada; que no ha habido ningún hombre del partido liberal, perteneciente o no al Gobierno, que haya ofrecido ni directa ni indirectamente el poder al partido conservador, y nada, absolutamente nada personal al señor Chávarri. Éste fue el origen del asunto, ¿no es verdad? Pues conste que queda demostrado que no ha habido nada de eso, y que la noticia a que hizo referencia el Sr. Durán y Bas al formular su pregunta es falsa, absolutamente falsa, y además absurda. (Muy bien, muy bien, en la mayoría.) Esto es lo que al Gobierno le importaba demostrar.

Ahora el Sr. Chávarri ha suscitado otra cuestión importante, que yo le voy a explicar, a fin de que comprenda la razón que ha tenido el Gobierno para proceder como ha procedido, porque proceder de otra manera hubiera sido una grandísima iniquidad.

El Sr. Chávarri sabe, como sabe todo el que ha hablado conmigo de estos asuntos, que yo vengo trabajando hace mucho tiempo para procurar que las compañías de ferrocarriles prescindan del privilegio que tienen por sus leyes respectivas de concesión. (El Sr. Chávarri: No es privilegio.) ¿A favor de quién? Pues a favor de la industria siderúrgica española, la cual se conformaba con esto, creyendo que salía altamente beneficiada, y con unas tarifas inferiores a las que constan en el tratado con Alemania, que tanto combate dicha industria.

De manera que, si el Gobierno hubiera conseguido la anulación del privilegio de que gozan las Compañías férreas por sus concesiones, y hubiera hecho que esas compañías pagaran por el material que introducen del extranjero lo que paga cualquier ciudadano, logrando tarifas superiores a las que ofreció en un proyecto de ley el Sr. Linares Rivas, y que aceptó la industria siderúrgica, es claro que habíamos alcanzado para esta industria todo lo que ella demandaba, y algo más, porque procurábamos la anulación de las tarifas 1ª y 2ª, relativas al material de caminos de hierro en su introducción, y tarifas más altas que las presentadas por el Sr. Linares Rivas, con las cuales se conformaba la mencionada [2518bis] industria, porque es menester hacer constar, para que lo sepa el Senado, el Congreso y el país entero que las tarifas que constan en el tratado hispano-alemán son superiores a aquéllas con que se conformaba la industria siderúrgica de nuestro país.

En tal estado las cosas, se presentó el tratado de comercio con Alemania, y como lo mismo el señor Chávarri que otros Sres. Senadores y que otros varios Sres. Diputados en la otra Cámara, incluso el Sr. Cánovas del Castillo, alegaban como inconveniente del tratado hispano-alemán el perjuicio que sufriría la industria siderúrgica de España, yo aquí y en el Congreso dije que ese perjuicio no era exacto, pero que si lo hubiera, el Gobierno procuraría compensarlo por otros medios, y lo compensaría sobradamente.

Estaba el Gobierno entonces tratando precisamente con alguna de las compañías de ferrocarriles para ver si conseguíamos que prescindieran de ese privilegio de que disfrutan por la ley de su concesión. De manera que cuando yo decía que el Gobierno procuraría favorecer la industria siderúrgica y compensarla de cualquier perjuicio que el tratado hispano-alemán le ocasionase, ya lo estaba haciendo.

Pero la industria siderúrgica no se conformó con esto; ¿y qué ha resultado? Que ha creído, sin duda porque le parecía más conveniente, que debía a todo trance oponerse al tratado de comercio hispano-alemán para quedar bajo el arancel de 1891; y claro es que, sin tratados y sin convenios, escudada con la primera columna de ese arancel, de la que resulta, no ya protección, sino casi la prohibición.

Desde ese momento, yo, ¿qué había de hacer? La industria siderúrgica, por ese medio, oponiéndose a los tratados, se busca un arancel que le es sumamente beneficioso: ¿Qué había de hacer el Gobierno? Este deseaba privar a las compañías férreas del indicado privilegio para favorecer la industria siderúrgica; pero si esta industria, por los medios que tiene a su alcance, se favorecía a sí propia y se buscaba un gran favor, ¿qué había de hacer el Gobierno? Si ella se procuraba un beneficio y una protección por este medio indirecto, oponiéndose a los tratados, ¿para qué quería más protección?¿Quiere la que ella misma se busca, y además la del Gobierno? ¡Ah, señor Chávarri! No me importaría nada que esas sociedades siderúrgicas se buscaran todas las protecciones que tuvieran por conveniente, pero con tal de que esa excesiva protección no perjudicara a otras industrias del país, tan respetables como la industria siderúrgica. Pero estando escudadas las Sociedades siderúrgicas por el arancel de 1891, que perjudica a tantas industrias y a tantas regiones de nuestro país, ¿quiere S. S. que todavía el Gobierno vaya a darles una protección que ya no necesitan, puesto que ellas han buscado la que les ha parecido mejor?

El Gobierno, pues, buscaba la nulidad del privilegio que gozan las compañías de caminos de hierro, causándoles un perjuicio, para beneficiar, para proteger las industrias siderúrgicas; pero cuando yo vi que quedaban excesivamente protegidas, puesto que los tratados no se han de aprobar, al menos en algún tiempo, con lo cual quedan esas industrias siderúrgicas con la tarifa máxima del arancel de 1891, a mí me pareció un exceso de protección absurda darles además otra protección sobre la que ya ellas se han buscado; y ya que tenía la aquiescencia de alguna de las compañías de caminos de hierro para disponer de ese privilegio, yo busqué el favorecer a otras industrias que no tenían tanto favor, las más desamparadas; y, por ejemplo, al ver la de los plomos, que por la depreciación de la plata y de los plomos mismos está decaída, siendo una industria de primer orden, que está amenazada además de un impuesto en Francia, he querido compensar eso haciendo que las compañías de ferrocarriles me den, en vez de la franquicia de que gozan, una rebaja en las tres partes de los productos de las industrias más desvalidas.

Porque hay que favorecer todas las industrias. Aquí se habla mucho de proteger la producción nacional, y ése es el interés del Gobierno, defenderla; pero no protegiendo una sola rama, sino todas por igual, y no favoreciendo a una en perjuicio de las demás. (El Sr. Chávarri: Eso es lo que deseamos todos.) Pues cuando yo veo que las Sociedades siderúrgicas se buscan la protección por otros caminos, yo voy a buscar y a proteger aquellas industrias que están perjudicadas por la protección que se quiere dar a la siderúrgica. (Un Sr. Senador: Pero no con privilegios odiosos.) Pues casualmente trato de evitar esos privilegios, que serán tan odiosos como S. S. quiera, pero que se han creado a la sombra de la ley.

No se extrañe, pues, el Sr. Chávarri de lo que ha pasado, porque, después de todo, si la industria siderúrgica queda con el arancel de 1891, bastante protegida está, y prueba de que lo está bastante es el empeño que S. S. y todos los interesados en esa industria hacen para que no haya tratados, y para que el arancel del 91 quede vigente. Por consiguiente, ya que el Gobierno no necesita proteger a esta industria, ya que SS. SS. están satisfechos, ahora vamos a ver otras industrias que hay que favorecer, y mucho más aquéllas que por favorecer a la industria siderúrgica quedan perjudicadas.

Porque, realmente, sin el tratado con Alemania quedan perjudicadas muchas industrias del país, y el tratado con Alemania no se aprueba porque no le conviene así a la industria siderúrgica. (Un Sr. Senador: Ni a otras muchas. El Sr. Chávarri: Tomo nota de eso; de que el tratado alemán perjudica a las industrias.)

Pero si digo lo contrario: que el tratado favorece a esas industrias; pero como con la oposición que se le hace queda vigente el arancel del 91 con esos países, esto beneficiará a la industria siderúrgica, perjudicando en cambio a muchas industrias del país. (El Sr. Duque de Tetuán: La corcho-taponera. Varios señores Senadores: Eso ya se discutirá.)

Pues qué, ¿no se perjudica a la industria corchera con la no aprobación de ese tratado? (El Sr. Duque de Tetuán: Ya lo he dicho.) ¿No se perjudica a los vinicultores? (El Sr. Duque de Tetuán: No. Varios Sres. Senadores: Sí. El Sr. Presidente llama al orden, agitando la campanilla.)

Pregúntenlo SS. SS. a los Sres. Senadores de Huelva y otras provincias, a ver si no perjudica a los vinos blancos. ¿No perjudica a toda la producción, en la región de Levante, de naranjas y frutas verdes y secas? (Varios Sres. Senadores de la minoría conservadora: No, no.) Las echa del mercado alemán y de otros mercados, en los cuales se hace un comercio de más de 4 millones de duros al año en naranjas, pasas, uvas, frutas y legumbres de todas clases. (El [2519] Sr. Duque de Tetuán: No tiene S. S. ni siquiera idea del particular.) Quien no la tiene es S. S. (El señor Duque de Tetuán: ¿Dónde están esos 4 millones de duros? Eso es hablar de memoria.) Si son 52 millones de pesetas el total, ¿qué ha de ser hablar de memoria? El que habla de memoria es S. S. Pero en fin, sea lo que quiera, la verdad es que se perjudican muchas industrias con la no aprobación de los tratados, y se perjudica grandemente al comercio de toda España. El Gobierno está interesado en buscar la armonía entre todos los intereses y elementos de riqueza del país, y no puede permitir que se proteja a una con perjuicio para las demás.

Pues bien; el Gobierno, que cree suficientemente protegida, según los siderúrgicos, la industria siderúrgica quedando en pie el arancel de 1891, y por lo visto queda, porque el tratado con Alemania y los demás tratados no van a aprobarse, por de pronto, en esta legislatura, no tiene por qué ocuparse de la protección que se ha de dar a una industria que ya está, según los mismos interesados, bastante protegida, y busca la protección para otras industrias perjudicadas. Ése es el significado que tiene el acuerdo del Consejo de Ministros a que el Sr. Chávarri se ha referido.

Por lo demás, aquí no se trata de condenar ni de castigar la conducta de nadie. Cada cual observa, bajo su responsabilidad, la conducta que tiene por conveniente. Yo lo que puedo decir al Sr. Chávarri es, que si la industria siderúrgica se conforma con lo mismo que en otra ocasión se le ofreció, eso mismo ofrezco yo; pero ofrecerle eso, y además querer quedar bajo el arancel de 1891, que tanto perjudica a otras industrias, ¡ah! Eso no lo puedo yo consentir. Y no es por no conceder favores a la industria siderúrgica, porque yo, mientras no se perjudicaran otras industrias, no había de escatimarle esos favores a fin de que prosperase mucho, sino porque esos favores no los puedo yo otorgar como Gobierno, si ellos perjudican en poco o en mucho a cualquiera de las industrias del país. Ya lo sabe el Sr. Chávarri: si la industria siderúrgica queda bien protegida con lo que en otra ocasión se le ha ofrecido, con lo que yo dije aquí, yo sostengo aquello, y daré a la industria siderúrgica toda aquella protección, pero nada más, porque cualquiera otra protección perjudica a las demás industrias, mientras que esa perjudicará a la industria de caminos de hierro; pero puesto que una parte de ella lo concede en compensación de otros beneficios, no tengo nada que decir. Esa protección se la doy yo a la sociedad siderúrgica porque, repito, no perjudica a ninguna otra industria del país; pero otra protección que perjudique a otras industrias, eso no; porque el deber del Gobierno es armonizar todos los intereses.

Pero es, se dice, que el Gobierno había prometido que eso concedería a las Sociedades siderúrgicas, y después se ha vuelto atrás.

Entendámonos. El Gobierno tenía, y sigue teniendo, su sistema y su plan, plan armónico; pero desde el momento en que se le varía uno de los términos, ha desaparecido la armonía, y ya el Gobierno tiene que variar los otros términos; esto es, ni más ni menos, lo que ha sucedido en el asunto. Que no se varíe ninguno de los términos y el Gobierno sostiene todos los demás. (El Sr. Chávarri: ¿Qué términos son esos?) Que las Sociedades siderúrgicas buscan otra protección distinta de la que el Gobierno les ofreció. (El Sr. Chávarri: No piden otra.) ¿No? Pues entonces estamos de acuerdo, porque si la sociedad siderúrgica no pide otra protección que la que antes demandó, ésa la tiene de esta manera; alguna de las Sociedades de ferrocarriles cede el privilegio que le otorgan sus leyes de concesión (que es lo que desea la empresa siderúrgica), con ciertas tarifas aceptadas por dichas Sociedades.

Pues bien; yo declaro que si las tarifas que hay por el tratado con Alemania no son más altas y más favorables que ésas, yo soy el primero en pedir la desaprobación del tratado. De manera que yo doy a las Sociedades siderúrgicas lo que pedían, y algo más, porque les doy la tarifa más alta que aquélla con la cual se conformaba el Sr. Chávarri y también las Sociedades siderúrgicas, y desde ese momento, el país siderúrgico no tiene que hacer oposición alguna al tratado, sino, por el contrario, lo debe juzgar como beneficioso a sus intereses.

Se dirá por los siderúrgicos: ?Es que teníamos compromiso con otra industria.? Entonces, ¿qué vamos a hacerle? ¿Voy a tener yo en cuenta esos compromisos particulares que hayan adquirido con otras industrias? ¿Pero con quién los tienen? ¿Es con los fabricantes de Cataluña? Pues yo declaro que, si les perjudica, también les hago la misma proposición que al Sr. Chávarri, porque entiendo que el tratado con Alemania no perjudica en poco ni en mucho ni en nada a la fabricación catalana. Hago esta afirmación concreta, y a ver quién me prueba lo contrario.

Y es más; resulta evidente, y para demostrarlo no se necesita apelar a números ni a argumentos, que el tratado con Alemania que se presenta a la deliberación de las Cortes es, bajo el punto de vista proteccionista, más importante defensor de los intereses y de la producción españoles que el anterior tratado, y a la vez mucho más conveniente, porque aquel tratado tenía una cláusula más perjudicial para España, puesto que lastimaba una gran producción y perjudicaba e inutilizaba una de nuestras primeras industrias, y, lo que es más grave, encerraba un serio peligro para la salud, la cláusula relativa a los alcoholes. Pero ya no entra nada de alcohol? (El Sr. Vizconde de Campo-Grande: Aquí lo hemos dicho, y no se nos ha hecho caso. Ese tratado fue traído por el Gobierno.) ¿Lo han traído SS. SS.? (El Sr. Vizconde de Campo-Grande: Lo trajo el Gobierno del Sr. Sagasta en 1883; combatimos aquí ese punto de los alcoholes, y no se nos hizo caso, como no se nos hace ahora. ?El Sr. Presidente agita la campanilla.) Pero después lo prorrogaron SS. SS. (El señor Duque de Tetuán: No, no. Pido la palabra.) ¿Pues quién lo prorrogó? (El Sr. Duque de Tetuán: Se prorrogó sin los alcoholes.-El Sr. Vizconde de Campo-Grande: En el año 1886.)

Está bien; fue el partido liberal; pero el partido liberal es bastante franco para confesar el error padecido al presentar el tratado con la exclusión del alcohol. (El Sr. Vizconde Campo-Grande: Como lo será en lo sucesivo para confesar los errores que ahora comete.) Y por eso ahora se ha impedido la introducción de alcoholes, porque para los alcoholes no es que haya protección, es que hay prohibición absoluta, hasta el punto de que no puede entrar en España un litro de alcohol alemán. (El Sr. Vizconde de [1520] Campo-Grande: Gracias a nuestro arancel.-El Sr. Ministro de Estado: ¿Quién fue el primero que impuso el derecho en la frontera?) Pues fuera de ese inconveniente, ¿qué otro inconveniente ha encontrado la fabricación catalana en el tratado de Alemania? Que lo exponga, que lo diga. ¿Qué es lo que ha sufrido la fabricación catalana por el tratado de Alemania? Nada puede sufrir, porque si la fabricación catalana no pudiera soportar la fabricación alemana tal como están las cosas, habría que decir que en Cataluña no había ni fabricantes ni industriales, lo cual es absurdo. (El Sr. García Barzanallana: ¡Vaya un efecto que hará eso en Cataluña!) Por tanto, repito que la industria catalana, la fabricación catalana, no puede sufrir perjuicio alguno con el tratado de Alemania; pero, después de todo, si la industria catalana o la fabricación de Cataluña sufriera algún perjuicio, medios de gobierno hay para compensárselo, puesto que el Gobierno está interesado en proteger de igual manera todo lo que sea producción nacional; lo que no quiere, ni hará jamás, es dedicarse a mirar con solicitud ciertos y determinados intereses e industrias y olvidar en absoluto todas las demás.

Pues bien; si las industrias siderúrgicas tienen su salida perfectamente clara, su beneficio perfectamente definido en lo que estamos haciendo y en el tratado de Alemania, y si la fabricación catalana no ha de sufrir perjuicio alguno por los tratados, ¿por qué esa oposición, y por qué esa oposición precisamente por los siderúrgicos, los cuales encuentran las compensaciones y beneficios de otra manera y en otra forma? No lo comprendo, Sr. Chávarri; y yo entiendo, por el contrario, que el Gobierno mira más por los intereses de la industria siderúrgica que S. S. mismo.

Y concluido lo que tenía que decir como explicación a la conducta del Gobierno que extrañaba el Sr. Chávarri, y demostrado que no había fundamento, ni lógica, ni razón alguna para sospechar que el Gobierno hubiese procurado andar en tratos, conciertos ni convenios buscando un dictamen, que después de todo desea, pero que no quiere obtener por medios que no sean dignos, realmente no tendría más que decir.

El Gobierno no ha buscado a la Comisión, primero, porque ese proceder no lo creía digno, y segundo, porque entendía que, aunque la hubiera buscado, no la habría encontrado; porque así como yo creo era en el Gobierno un deber de dignidad la actitud que ha conservado, así creo también un acto de dignidad en la Comisión, cualesquiera que sean sus convicciones, en mi opinión sus errores, el mantenerse en su actitud; por lo cual, repito, hubiera sido innecesario buscarla, porque probablemente no se la habría encontrado.

La Comisión, pues, podrá hacer lo que tenga por conveniente; dar dictamen, no darlo, darlo favorable o adverso, como quiera que sea; pero conste que lo da sin tratos, convenios ni transacciones de ninguna especie; lo da porque así se lo dicta su conciencia y se lo requiere su voluntad, pero sin que el Gobierno tenga absolutamente nada que ver con la conducta de la Comisión, que hasta ahora no le ha parecido bien al Gobierno, porque cree que es mucho tiempo tres meses para enterarse de un tratado de comercio.

Después de todo, me parece que en el tratado de comercio con Alemania (aunque no lo recuerdo bien, porque como ha pasado tanto tiempo, se me ha olvidado) no llegan a treinta las partidas que son inferiores a la segunda columna del arancel de 1891. Por tanto, de lo que respecta a la segunda columna no hay nada que decir, porque bien estudiada la tendrán, y lo único que estudiarán serán veinte o treinta partidas, y para esto me parece mucho tres meses, dada la competencia que los señores de la Comisión tienen en este asunto, la inteligencia que han mostrado en otros y la actividad de que en todos han dado evidentes pruebas siempre. Me parece mucho, repito, tres meses; casi resulta a tres días por partida. (El Sr. Duque de Tetuán: Más tiempo ha estado el Consejo de Estado para dar dictamen.)

Entonces, digo lo mismo del Consejo de Estado; pero hay más, y es, que en el Consejo de Estado, por lo visto, no había prisa ninguna, y aquí la hay. Además, sabe S. S. que si las Cortes se hubieran podido reunir antes, hubiera dado dictamen el Consejo de Estado; peor como no se reunían, ¿para qué había de darlo, si tenía que venir a las Cortes, y éstas se hallaban cerradas? No está bien que una Comisión de la altura que tiene la del Senado se disculpe con la apatía o descuido que haya podido tener otra Corporación, porque sobre el Senado no hay nada; debajo de él está el Consejo de Estado y las demás Corporaciones del país.

No voy a reñir ahora con la Comisión. Ésta cree que ha obrado bien, y yo creo que lo ha hecho mal, que ha podido y ha debido hacer más; pero no es éste el momento de discutirlo. Yo quiero que conste bien que la Comisión obra como lo tiene por conveniente, y que el Gobierno no ha buscado absolutamente ni tratos, ni contratos, ni transacciones de ningún género para conseguir que la Comisión abandonara la actitud en que se ha colocado. (El Sr. García Barzanallana: Todo hubiera sido inútil.-El señor Durán y Bas pide la palabra.)



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